jueves, 24 de abril de 2008

Un sábado alternativo I

El sábado 19 de abril fue uno de esos días en los que uno se alegra de ver que algo se mueve en la ciudad fuera de los límites de las programaciones, en locales apenas conocidos. Las grandes ciudades tienen esa posibilidad, que la gente busca las alternativas para ofrecer arte incluso sin pedir nada a cambio, por el simple hecho del placer que les da compartirlo y disfrutar de ello.

Comenzamos en Clave 53, con la tarde "Gramos de ternura". Allí pudimos ver la proyección de "Cuando digo una palabra". Una pieza de Dácil González y Gustavo Martín. Una pieza estupenda para unos bailarines sin parangón. Pero estábamos deseando que comenzaran las muestras en directo. Y llegó África Clúa con "Mapa de África". Humor, sensualidad, suelo, juego. Nos dio todo lo que quería darnos, en forma de sentidos, porque hasta el gusto tuvo su lugar con nubes de azúcar que saboreamos encantados mientras veíamos cómo se pintaba los contornos de los músculos con un lápiz de labios. Buena interpretación, buen desparpajo y gran efecto. A continuación Simona Ferrar me dejó con la boca abierta con "Alicia en el país sin fronteras" y "La callas solo". Esta intérprete que junto con Valeria Alonso recibió el primer premio del Certamen Coreográfico de Madrid en 2006, aglutinó en dos piezas la esencia de las buenas interpretaciones. Crítica, ironía, contención de la expresión... Todo ello traspasaba y llegaba más allá de las pocas filas de la sala, que se le quedaba pequeña para tan grandísimo peso escénico. Fantástica en las risas, en lo ridículo, en lo tierno, en lo doloroso.

Valeria Alonso (a la que podemos ver bella y fatal en la serie de televisión Cuestión de Sexo) y Ezequiel Díaz nos metieron en su casa. "Cortar por fax" es un trabajo en proceso. Nos incluyen en los metros de su hogar y como voyeurs, como vecinos curiosos que quisiéramos estar dentro de las historias de los demás, sentimos el placer de vivirlo desde muy cerca. Valeria tiene la fuerza de los grandes actores que interpretan en todo momento, cuando el otro actor hace su parte, por ejemplo, porque no está ausente. Te la crees así en la vida cotidiana, te la crees histérica de desamor, desequilibrada por las penas e impotencias que generan las rupturas y desengaños amorosos. Te la crees sensible, dulce, rota y llena de odio. Se mueve pequeña por esa casa puesta en nuestras manos, dando portazos y gritando con acento argentino llena de pasión. Se come la escena. Una pieza dura y a la vez tan real en la que consiguen a pesar de todo transmitir lo más jodido del sufrimiento con el esbozo de la risa.

La inteligencia estaba servida por las dos piezas, la de Simona y la de Valeria. Y digo inteligencia porque no hay nada más sagaz e inteligente que llevarle a un público al terreno de la dureza humana por medio de la risa, como si de un Borges se tratara. La risa, la ironía se vuelven más duras cuando las servimos con pinceladas de humor, humor duro y real como la vida misma.

Aquella tarde en Clave 53 vimos tres piezas de arte en toda regla, dignas de ser representadas en salas con más aforo, dignas de ser apuntadas en las reseñas de la Guía del Ocio. Pero su modestia, su generosidad y el disfrute humilde tanto de los intérpretes como del público le dan mayor grandeza a estos que sí son artistas, porque no van de ello.
Foto: Simona Ferrar y Valeria Alonso en Osario, pieza ganadora del Certamen Coreográfico de Madrid, 2006.

miércoles, 23 de abril de 2008

Un sábado alternativo II

Después de la tarde en Clave 53 fuimos a Lavarte Bar. Allí tendría lugar la sesión de contact improvisación del grupo Convivio Danza. Fernanda, Ana y David ampliaron los límites del local. Se dispersaron por la calle y bajo la lluvia comenzaron sus improvisaciones entre la gente, cerca de ella, solos y juntos entraron al local. En el hall se movían ya con ganas, pero el espacio era justo y pasamos a la sala. Una sala con la pared de un cálido violeta, con sillitas pegadas a ella y una música electrónica de fondo. Ellos llevaban su idea trabajada, su motivo e hilo conductor, pero nosotros no lo sabíamos. Como siempre salió Fernanda y comenzó fluida su improvisación. Fernanda sabe fluir y quebrar el cuerpo y mantiene una actitud serena en el rostro, con seguridad y disfrute calmado. Supo dosificar muy bien los tiempos, retuvo movimientos en pausas y silencios con acción. Después David se fue acercando al centro de la sala por el suelo. De negro quedaba hermoso con la pared de fondo. Su estilo propio salió pronto, sus brazos largos, cada vez más limpios, sus pliés y rebotes, pero enseguida se dejó llevar por aquella otra energía que Fernanda había iniciado y que al final tomaron los tres sin movérseles un pelo. Ana es dulce, su cara con sonrisa dulce y pícara contrasta con un cuerpo técnico. Sabe incluir en sus movimientos improvisados la técnica que conoce. Y sabe sobre todo crear situaciones de contacto fluido.
Los tres mostraron una gran comunicación. Las energías no se escaparon porque mantuvieron el ritmo que iban creando. Es bonito ver los caracteres y estilos de cada uno al bailar y ver cómo los conjugan sobre la base de una misma sensación, de una misma energía. Los contacts resultan naturales, no resulta forzada una cogida o un apoyo al que llegan sin esperárselo, porque se adaptan a lo que el devenir les ofrece. Se tocan con confianza y se miran y nos miran; tocan los muebles y los pies de los presentes, tocan y palpan la pared y el suelo. Cuando se aceleran los tres y crean un ritmo intrépido también saben dosificar incluso esa energía y Fernanda creaba paisaje, entonces, al fondo y nos dejaba con su fondo bello y tranquilo mientras el foco principal era un dúo hermoso de David y Ana. Así se turnan con naturalidad y sin desasosiego. Van aprendiendo a no ambicionar la escena, van aprendiendo a apreciar el peso de las cosas pequeñas, de los movimientos sutiles, de las pausas y los pequeños gestos bailados. Y al mismo tiempo saben desatarse con el no cuidado cuidado de la improvisación.
Se les ve disfrutar, se les ve investigar pero dejándose llevar ante todo. Se les ve compenetrarse y generar diálogos en los que con sus movimientos repiten situaciones que en la otra esquina hizo el otro y reinterpretarlos como cuando mantenemos un diálogo, una discusión, un debate.
Pudo parecer duro, pudo parecer que de fondo había una historia dura e incluso violenta, pero también aprenden a cambiar de registros y a darle hasta humor o desenfado.
Eso me gusta, me gustan los cambios porque sorprenden al espectador que se deja llevar por lo que no esperaba. No se le quita la carga profunda a una muestra aunque le metamos unos movimientos graciosos, tal vez al contrario se enfatiza más en el fondo de la idea porque por contraste lo apreciamos más.
Desde la impro en el espacio Menos1 hasta ahora ya ha habido un cambio.



Están aprendiendo a seducir, están aprendiendo a innovar, están aprendiendo a dejarse llevar cada vez más. A partir de ahí, con la química que ya tienen, sólo tienen que seguir así y los conocimientos que ya poseen saldrán cada vez con mayor naturalidad. Están llegando a la esencia de la improvisación: mostrar su peso en la escena, su Presencia.